Y sigue a más Andrés Romero. Creciendo como un gigante. Ha puesto la directa y no baja el listón en un arranque de temporada tan rotundo como inapelable. Ya sea ante el toro bueno, ya ante el que le ofrece menos prestaciones. Da igual: Andrés tiene en su horizonte hacer de éste su gran año. Eso, grande, ha sido su actuación de hoy en Garvao. Tres vueltas al ruedo y el clamor del público, que se le ha entregado sin condición.

La faena de la tarde fue la que hizo al quinto, segundo de su par. Un toro de Antonio Semedo que recibió con Obelisco y dejó tres farpas, cada una de ellas más en corto. Fue el preámbulo a la cumbre a la que llegó con Fuente Rey. Empezó la lidia de costado, llevándolo prendido al estribo, muy cerca de la cabalgadura, pasándose entre el toro y las tablas, desafiando por momentos las leyes de la física para después clavar llegando muy arriba, quebrando en la cara y saliendo airoso en una exhibición de doma, de técnica y de sincera ambición. Entrega absoluta que recibió la correspondencia de la del público, que le recompensó con dos merecidas vueltas al ruedo.

Tuvo Andrés en su primero las virtudes del temple y de la medida. La primera, para fijar pronto la salida encendida del toro de Sesmarias Velhas do Guadiana, que se empleó con pies en los primeros encuentros. Se lo dejó llegar para ganar su atención y para sostener la codicia en el galope del animal. Tras dos farpas, comenzó el tercio de banderillas con Kabul, frente al que las maneras del astado ya fueron otras, más tardas y bruscas. Tiró entonces el onubense de la segunda de sus virtudes en esta primera faena: la medida con la que aplicó la distancia precisa para poderle al toro y, al tiempo, evitar, cuando se defendía. Buscó espacios imposibles entre el burel y las tablas, supo colocarlo a favor de sus querencias y le llegó muy arriba a pesar de que lo esperaba y se mostraba incierto. Adornó la lidia con balanceos y levadas que el público festejó tanto como cada una de las banderillas. Disparó entonces la emotividad de su trasteo al sacar a Guajiro para dejar hasta tres rehiletes al quiebro, cada uno de los cuales destiló pura electricidad, del ajuste con que los realizó. La tercera de estas banderillas fue a petición del público, metido de lleno en cuanto Andrés Romero le estaba dando.