Disfruta y mucho Andrés Romero en Almonte. Lo hace cada año, por eso cada año quiere volver a su festival taurino, una cita especial para él por el entorno en que se celebra, el ambiente que lo envuelve y los triunfos que allí sigue consiguiendo. Es un bálsamo enmedio de la temporada. Más, si ésta se desenvuelve en la complejidad que la va definiendo. Pero es llegar a Almonte y recargar las pilas de la ilusión máxima para lo que tenga que venir.

Para que todo fuera redondo, salió en un extraordinario novillo de José Luis Pereda, de nobleza desbordante, notable clase y mucha movilidad. Movilidad de la que acompaña y de la que ayuda. Lo recibió Andrés con Montes para pulsearlo, encelarlo y atemperarlo con total suavidad, pura caricia. Dos rejones de castigo recetó el jinete onubense, que abrió el tercio de banderillas con Kabul y disfrutar de verdad toreándolo de costado entremedias de clavar tres palos a base de ofrecerle siempre los pechos y dejarse llegar al novillo, acompasado siempre. El utrero y Kabul, que no hizo sino pulir el buen son del astado. Sacó luego a Guajiro para dejar varias banderillas al quiebro, comprometidas porque esperó mucho Romero al punto exacto del embroque para batir, clavar y salir. Y aún más, para adornarse con piruetas a centímetros de los pitones del de Pereda, a compás también. Completó Andrés el tercio a lomos de Bambú y se gustó en el carrusel de cortas, muy ligado. Coronó el rejoneador su actuación con Chamán para clavar una rosa antes de cobrar un rejonazo, como en Algeciras hace una semana, tremendamente certero. La petición del público y los máximos trofeos, unánimes. Tanto como el cariño que Almonte le profesa a Andrés Romero y lo especial que para Andrés Romero es regresar cada año a Almonte.