Era el cierre de su temporada española y el broche fue extraordinario. Porque Andrés Romero pudo desplegar todo el arsenal de su oficio, de su ambición, de la solidez de su momento, de la seguridad con que se expresa en la plaza gracias también a la mejor cuadra de caballos de su vida. Era el epílogo de su 2022 español y Andrés no se dejó nada dentro frente a ninguno de su buen lote de toros de Fermín Bohórquez. Distintos entre ellos, pero buenos los dos. Muy templado y con calidad el primero, realmente bravo, incansable de embestir, el segundo.
Y fue frente a éste cuando cuajó la que puede ser, incluso, una de sus mejores faenas de la temporada. El fallo con el rejón de muerte en su primero le tenía mascando agrio desde entonces, así que lanzó al aire la moneda de la decisión y esperó a portagayola al de Bohórquez, que salió como un obús, muy derecho hacia la cabalgadura, que le aguantó el envite para clavar arriba y cuajarlo como tenía que ser cuando se apuesta así. Aquello no hizo sino encender aún más la mecha del toro, que no paró de perseguir a Romero con Copito. Una de las cimas de la faena fue el comienzo del tercio de banderillas a lomos de Fuente Rey porque el onubense enceló al astado en la grupa del caballo y recorrió así el diámetro completo del anillo ubriqueño. Y, cuando llegaba, al final, la remató metiéndose por dentro y cambiando el sentido del viaje de su oponente muy al hilo de las tablas. La plaza hirvió en cada una de las tres banderillas a más con Fuente Rey y su temperatura se multiplicó cuando sacó a Farrugia y lo quebró por dos veces muy cerrado en tablas, sin más opción que salir hacia adelante, pero eludiendo que el murube le venía de frente y no tenía espacio para más. Eso, el primero de esos quiebros, que el segundo fue para clavar después de citar muy en corto, casi sin que el toro le dejara enfrontilarse y haciendo la suerte sobre lo que mide una losa. Sencillamente espectacular y la Plaza de Ubrique que se terminó poniendo de pie ante tan bonito duelo de un animal tan bravo y un torero tan bravo también. Sacó a Kabul para dejar dos cortas y, sobre todo, una rosa magistral, de nuevo, dándole al astado la salida hacia adentro, muy reunida en su ejecución. A la hora de la verdad, fue fulminante esta vez el jinete de Escacena del Campo -a cuyos paisanos presentes en los tendidos les brindó la faena- el rejón definitivo con Chamán, que tiró al toro sin puntilla. Los dos pañuelos asomaron sobre la marcha y la gente no cesó de pedir el rabo, que el palco no tuvo más remedio que conceder.
Tuvo clase y calidad su primer toro, pero, sobre todo, ese son acompasado tan de Murube que tanta confianza inspira a un rejoneador. Lo templó como acariciándolo de salida con Obelisco, con el que enseguida le cogió la distancia al ejemplar de Bohórquez. Se lo dejó llegar mucho ya en banderillas con Bucéfalo en batidas con el temple también como la clave para medir exactamente los tiempos de la suerte y meterse al toro tan al estribo. La emoción llegó de la mano de Guajiro, infalible siempre, en banderillas al quiebro muy ajustadas también, tanto como las series de piruetas encadenadas con que salía de los embroques. Le puso el onubense la ligazón al último tercio que el todo de la faena merecía con las cortas y las rosa que ejecutó con Chamán, pero le falló el remate con el rejón definitivo, lo que le privó de obtener un premio mayor de la cerrada ovación que le tributó el público gaditano.