Madurez y rotundidad como denominador común del nuevo triunfo de Andrés Romero en su temporada portuguesa. Madurez para saber encontrar las claves que responde todas las incógnitas de su oponente de Joao Ramalho, que se movió, y rotundidad para responderlas con solvencia y espectacularidad. Lanzó la moneda al aire desde el primer envite de la tarde, desde el recibo frente a portagayola con Copito para clavar una farpa sin prueba alguna, asumiendo todas las interrogantes que trae consigo un toro de salida. Lanzó el onubense la moneda al aire y salió cara. Y puso la plaza en pie también al fijar y encelar la embestida del burel sobre la grupa de Copito, doblándose sobre el terreno justo en una exhibición de toreo y de torería. Lo repitió Romero y de nuevo impactó. Inició el tercio de banderillas con Meridio cosiéndose el toro al costado para llevarlo toreado por toda la plaza. Fue el prólogo con Meridio a los quiebros inverosímiles que vinieron después, en un palmo de terreno también, apurando al máximo los embroques. Mantuvo Andrés a topa el nivel de la emotividad con Farrugia haciendo la suerte a caballo. De nuevo, las preguntas y sus respuestas en cada banderilla, de espectacularidad creciente. Tanto, que reclamó el público un rehilete más, que el palco concedió y con el que el jinete de Escacena del Campo rubricó otra gran actuación en Portugal. Compartió la vuelta al ruedo, de clamor, con el ganadero y el forcado que pegó en su toro. Paseó Romero en su mirada la satisfacción íntima de quien sigue haciendo de cada tarde un puro ejercicio de madurez y rotundidad.