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2014, el año de los retos cumplidos

 

El año de los retos cumplidos. Eso ha sido 2014 para Andrés Romero. El año en el que el onubense se ha presentado en las plazas y en las ferias más importantes de España. El año en que ha triunfado en varias de ellas. El año en el que más y mejor ha competido con los mejores para constatar que puede ser uno de ellos. El año de la exigencia al más alto nivel, en el que cada tarde ha sido una reválida, en el que fallar no estaba permitido y en el que tenía que demostrar -y ha demostrado- que el sitio está bien ganado. Así se había previsto y así se ha cumplido: 2014 es el año que ha situado a Andrés Romero en la élite del rejoneo actual. El objetivo, pues, está cumplido.

 

Todo empezó en Atarfe, una lluviosa tarde de finales de febrero. Fue el comienzo de un camino entonces cargado de expectativas aunque con el interrogante presente de si podrían cumplirse. Una idea grabada a fuego: conseguir que así fuera finalmente era algo que, más allá de lo hecho de entonces hacia atrás, había que ganarse tarde a tarde, plaza a plaza y triunfo a triunfo. Por eso fue importante empezar triunfando a las primeras de cambio y con las cámaras de televisión como notarios. Tres orejas cortadas para empezar a marcar distancias con ese escalón del escalafón que Andrés Romero se proponía abandonar para seguir creciendo. Y más allá de los trofeos, la sensación dejada por los evidentes avances fruto del intenso trabajo del invierno. De tanto toreo entrenado y de tanto toreo pensado. Empezó el jinete de Huelva su año dejando muestras evidente de un concepto más templado. Buen augurio para fortalecer tantas ilusiones como viajaban en las alforjas.


Apenas un día después llegó el primero de los cuatro festivales del año. Casi en casa, en Paterna del Campo, en el primero de los nueve encuentros de 2014 con Diego Ventura. Un reto, un aliciente y una prueba siempre. Cuatro orejas y un rabo para certificar una mañana de buen toreo en el primer compromiso del rejoneador en las plazas de su tierra. Llegó entonces el momento del primer gran reto del año. La primera plaza de la máxima categoría. Valencia. Por Fallas. Por la vía de la sorpresa, además. La lesión de Leonardo Hernández lo disparó todo. La espera hasta que la sustitución se confirmó fue larga. El camión con los caballos viajando por delante por si acaso. Para ganar tiempo. El torero y su equipo, a la espera de la llamada definitiva. Una llamada que se produjo a última hora de la tarde del 18 de marzo. Había que viajar a Valencia. De inmediato porque, para más inri, la corrida era matinal. Toda la noche viajando pasó Andrés Romero hasta llegar a la capital del Turia casi al amanecer. De ahí a vestirse de torero y a la plaza para afrontar el primer encuentro de 2014 con una afición de primera categoría, en el día grande de su feria y con las cámaras de Canal+ por testigo. No era fácil el empeño y no lo fue. Cogerle el pulso al escenario, templar las circunstancias, el lote de toros de Fermín Bohórquez que no salió, como casi toda la corrida, según lo esperado... Muchos condicionantes que marcaron la mañana para que en ella pasara menos de lo que hacía falta. Aunque, por dentro, del torero y de toda su gente, pasaron muchas cosas aquel 19 de marzo. El poso que dejó la experiencia fue hondo y fructífero. Muchas enseñanzas de golpe para madurar después, aprender y crecer. No fue en vano la cita de Valencia. No cayó en saco roto por más que el resultado final no fuera el pretendido. Andrés Romero sintió en carne propia lo que signidica que se te abran de par en par y para ti las puertas de una responsabilidad así. Lo que pesa y cuánto mide. Que no hay contemplaciones y que el toreo no espera por nadie. Y Andrés bien que tomó buena nota de todo aquello...

 

Así lo demostró a las primeras de cambio, en la siguiente cita, en otra de las grandes reválidas del año. Una de las más grandes: Sevilla el día de la alternativa. El 4 de mayo fue. Un día que amaneció luminoso y que terminó con más luz aún. Andrés Romero se convirtió ese día en el primer rejoneador de la historia que tomaba la alternativa en la Maestranza de Sevilla. Andy Cartagena su padrino, Diego Ventura como testigo. Mucha expectación, toda la expectación desde la misma mañana, ya en el hotel, hasta el mismo momento en que caía rodado Húbedo, el sexto de la tarde, aquel número 35 de Bohórquez al que el jinete de Escacena del Campo le cortó las dos orejas para poner boca abajo la catedral maestrante con palmas a compás de Huelva. Fue el glorioso e inolvidable colofón a una tarde de mucho toreo, de mucha emoción y de mucha exposición el día en que todo eso había que poner. Como Valencia había enseñado... Romero se sobrepuso a todos los inconvenientes que también ese día le pusieron a prueba. La cornada a Perseo nada más parar al primero de la tarde, Opositor, número 101, de Fermín Bohórquez, el toro del doctorado. El cómo apretó a la defensiva y a traición el burel, que cerca estuvo de alcanzar a algún caballo más. El tener que echar arriba la faena para que fuera el toreo y no sólo el riesgo lo que prendiera en los tendidos de Sevilla. El tener, al menos, la primera oreja en las manos y sentir cómo se escapaba entre los dedos con cada uno de los cinco golpes de descabello... Por encima de todo eso emergió la raza, la fe y la capacidad de Andrés para certificar en el segundo ese sueño que, de tan bonito y tan grande, nadie se había atrevido a soñar. Nadie, menos él. Carbón, Cantú, Guajiro, Bambú y Chamán. Los nombres propios de sus cómplices de aquella obra. La primera gran obra de su vida en el marco donde se firman las obras grandes. Las dos orejas en las manos del rejoneador onubense eran como dos alas abiertas para echar a volar teniendo todo el cielo del toreo por delante para hacerlo. Un día grande según amaneció y cuando también se fue a dormir que le dió a Andrés Romero la justicia, la gloria y el crédito...

 

 

Si de Valencia salió el torero espoleado en su interior, de Sevilla lo hizo lanzado y muy reforzado en su confianza. Lo demostró apenas una semana después en Almendralejo, donde firmó una de sus actuaciones más rotundas y macizas de la temporada. Sobre todo, en el segundo de su lote, al que Romero le cortó los máximos trofeos después de una faena de una clarividencia, una solidez y una brillantez demoledoras. Cuajó al toro de El Madroñal en un ejercicio de madurez total en otro momento decisivo de la temporada, a las puertas de Madrid, su siguiente reto siete días más tarde, el 17 de mayo, la tarde de la confirmación de alternativa en la primer plaza del mundo. Diego Ventura fue esta vez el padrino y Leonardo Hernández el testigo, de nuevo ante toros de Fermín Bohórquez. El de la ceremonia se llamó Plateado. Al término de la corrida, salió Andrés enfadado de Las Ventas, apretando los dientes de rabia. Propio de torero. Pero Las Ventas le despidió a él con una cerrada ovación, prolongación que fue de las dos que sonaron al término de sus dos faenas de aquella tarde. Una tarde en la que el onubense se atrevió a mirar de frente a la Puerta Grande más grande del toreo. Se le escapó por la espada. El rejón de muerte no entró a la primera en ninguno de los dos casos y en eso en Madrid puntúa mucho. Pero Madrid valoró durante y después la actitud y la aptitud de Romero. Y vibró con él en dos obras como Madrid merece: dándolo todo y sacando de dentro todo el toreo que uno lleva por dentro. Por eso Madrid fue generosa con él. Rozó una oreja de cada toro con sus manos. Las tenía, pero... Lo que los pinchazos no se llevaron por delante fue la impresión de rejoneador en progresión y con argumentos que Andrés dejó ante la primera afición del mundo. No hubo asalto a la banca, pero el crédito sí quedó intacto. 

 

BILBAO, MÁLAGA Y NIMES, OTRAS PLAZAS DE PRIMERA

 

Siendo un torero nuevo en la élite y teniendo pendiente pasar por Sevilla y Madrid, la primera parte de la temporada del jinete de Escacena del Campo marcó en gran medida el resto. En el toreo nada pasa desapercibido y, menos aún, nadie regala nada. Por eso cuenta tanto el hecho de que Andrés Romero pisara a partir de entonces tres plazas más de primera categoría. Bien es cierto que en Nimes lo hizo como sobresaliente, pero como sobresaliente de un cartel de lujo (mano a mano entre Pablo Hermoso de Mendoza y El Juli) y que no es habitual que el maestro navarro invite a torear con él a los rejoneadores sobresalientes en sus corridas. Con el de Huelva sí lo hizo. En el tercio de banderillas del segundo de sus tres toros. Y Andrés se presentó así ante la muy exigente y más especial afición francesa toreando con Bambú. Y disfrutó el jinete. Y le acogió con agrado Nimes. La puerta, pues, ha quedado entreabierta...

 

Antes llegaron Bilbao y Málaga. Además, como Sevilla y Madrid, con el intervalo sólo de unos días. Ocho en concreto. Lo de Bilbao no estaba previsto, pero llegó por la vía de la sustitución dada la baja por lesión de Leonardo Hernández. Se repetía la historia de Valencia. Y como en Valencia, tocó resetear el pensamiento sin demora y sobre la marcha. Al ofrecimiento de torear en una plaza así, una de las más grandes también del mundo, no se le puede decir que no... Fue una tarde extraña. Andrés no duda en reconocer que le pesó en parte la responsabilidad por el compromiso, pero cierto es también que tampoco se lo pusieron fácil los elementos. Sobre todo, el juego desrazado y complicado de sus dos toros de la ganadería de Ángel Sánchez. Pero también los dos percances sufridos ante el primero por Carbón y Guajiro. El primero sobrevenido por un derrote certero del toro nada más sentir el rejón de castigo. El segundo, a consecuencia de un resbalón de Guajiro tras pisar la boca de riego de la plaza bilbaina. Fue todo a partir de ahí una pura cuesta arriba. Una experiencia de ésas que curten y hacen madurar, aunque nunca estuvo el caballero onubense por debajo de las circunstancias.

 

 

 

Así las cosas, Málaga cobró un valor aún mayor. Especialmente, por la propia autoexigencia que el torero se impone. En Málaga sí tenía que pasar algo... Y cerca estuvo. Se lo llevó por delante, otra vez, el rejón de muerte. Porque Romero le tenía cortadas las orejas al sexto de la tarde, su segundo toro, del hierro de Luis Terrón. Las tenía en la mano a base de una faena de total exposición, con pasajes muy al límite de riesgo y entrega por su parte porque -denominador común del año- el lote no ayudó. El onubense metió a Málaga en la faena y supo mantener el clima de emotividad que ya había encendido Leonardo Hernández en el turno anterior. Pero el premio se perdió por mor de los aceros. Para más inri, Romero tuvo que enfrentarse a su primer toro con la mayor parte de los caballos aquejados de fiebre, posiblemente, provocada por la humedad y el fuerte calor de ese día. Los síntomas aparecieron en el calentamiento ya en la plaza una hora antes del comienzo de la corrida y poco se pudo hacer desde el punto de vista del tratamiento de los animales, al menos, en la primera parte del festejo. 

 

Y LLEGÓ RONDA...

 

No se puede esconder que las citas de Vista Alegre y la Malagueta y el hecho de que las cosas no salieran como hacía falta marcaron, quizá, el punto más difícil de la temporada. Porque nunca se agarró el rejoneador al hecho de que ésta fuera su primera campaña en las grandes ferias. Como queda dicho, el nivel más alto de la exigencia siempre se lo marcó él mismo. Por eso fijó su vista en Ronda nada más salir de Málaga. La goyesca, su primera goyesca, junto a Ventura y Andy Cartagena, era el momento preciso para cambiar la tónica y reconciliar el ánimo con la ilusion. Y no falló Andrés Romero en la ciudad del Tajo. Y fue la suya en la cuna de Pedro Romero la actuación más completa y sólida de la temporada. Y eso que tampoco los toros de Passanha empujaron hacia adelante. Pero daba igual: ése era el día de Andrés y la luz y las hadas rondeñas se aliaron con él para firmar dos faenas que, por actitud y por concepto, fueron el mejor compendio de toda la temporada de lo que de verdad es y puede ser el de Huelva. Aquí sí ayudó el tercio final. Cayeron las dos orejas del primero y eso le permitió asentarse aún más en el segundo y redondear una tarde para el recuerdo. Con un pasaje inolvidable y muy de Ronda: el quiebro a toro parado con Guajiro. Con la plaza totalmente en silencio y sólo la música sonando. Andrés con Guajiro detenido, inmóvil, a escasos tres metros del ejemplar de Passanha, pétreo también. Y sólo cuando rompió el estribillo del pasodoble explotó el cite, el quiebro, la suerte y el milagro. Todo ello en un segundo. Fue entonces Ronda la que explotó en aplausos mientras Andrés Romero grababa su nombre en la piedra emocionada de la Maestranza. Era la segunda Maestranza conquistada en el año... Sin duda, una de las puertas grandes más saboreadas de todo 2014.

 

 

LA APUESTA DE HUELVA

 

Sin olvidar Huelva. Aunque ésta, con un contenido bien diferente. Aceptó el jinete de Escacena del Campo el envite de la empresa de la Plaza de Toros La Merced y se midió en mano a mano con Diego Ventura. Mucho que ganar y mucho que perder también. Un reto en toda regla. Un pulso muy por encima de la relación amistosa de ambos  toreros. Y la prueba fue realmente dura. De ésas que prueban de verdad. Porque Ventura fue un ciclón toda la tarde dispuesto a llevarse por delante todo a su paso. Romero, en cambio, debió sobreponerse a una caída con Guajiro ante el primero que cerca estuvo de costarle un serio percance. Un incidente que le dejó malherido por un fuerte golpe con rotura de fibras en el costado y el lógico consiguiente desconcierto. No terminó de ser él de verdad en su segundo, pero, al menos, cortó la primera oreja (Diego a esas alturas ya sumaba tres) que le permitía mantener las espadas en alto. En ésas, llegó al último capítulo de la aventura, otra vez todo en juego en la última carta, para que la apuesta lo fuera de alto riesgo hasta el final. Y la carta salió ganadora. Y Andrés fue él y sacó de él todo y más de lo que le hervía por dentro. Y firmó una faena irreprochable de entrega, de emoción y de toreo dado todo por delante rematada, por fin, con un certero rejón entero que rubricó toda la emoción en ese momento de la plaza. Asomaron los dos pañuelos, tres orejas en total y la puerta grande compartida con el coloso. Examen de la mayor exigencia aprobado también. Más roca con la que envolver la mentalidad del torero. La bandera con su hierro clavada también en la cima de otro de los puertos de montaña de 2014. 

 

LA REGULARIDAD EN EL TRIUNFO, EL ARGUMENTO DE TODO EL AÑO

 

Dicho queda que el toreo, sobre todo al más alto nivel, no conoce de treguas ni de períodos de adaptación. En una profesión tan exigente como ésta, la asimilación de ella misma, del oficio, de la técnica, del manejo de los escenarios y de las claves de cada tarde se tiene que aprender sobre la marcha. Andrés Romero lo sabe y lo practica. Por eso en 2014 ha salido a cada plaza con el empeño único de triunfar y salir a hombros. Y los resultados finales constatan que lo ha hecho en el 75% de las ocasiones. Además de las ya mencionadas de Valencia, Madrid, Bilbao y Málaga y con los condicionantes de cada una de ellas ya explicados, el rejoneador de Huelva se marchó andando de la plaza sólo en Huesca (el mal uso del rejón de muerte se llevó por delante las dos orejas del sexto), Valencia de Alcántara (el palco no le concedió la segunda oreja en el sexto a pesar de pedirla toda la plaza), Guadalajara (donde sólo mató un toro y en las crónicas queda recogido que el público le pidió con fuerza la segunda oreja) y Villarrubia de Santiago. Todas las demás, desde Atarfe hasta Palos de la Frontera abrieron su puerta grande para Andrés. Esto le define como un torero regular en el éxito, lo que es consecuencia de espectáculo y de buen toreo. Porque, además, hay que tener en cuenta que el onubense se ha presentado este año en la gran mayoría de los cosos por los que ha pasado. Y que hasta en trece de ellos ha coincidido en el cartel con Diego Ventura o con Pablo Hermoso de Mendoza, e incluso, como en Don Benito y en Zafra, con los dos. Sendas ocasiones éstas en las que Romero salió en hombros con las dos grandes figuras del momento con todo lo que ello supone de haber estado a altura del altísimo nivel y la desmedida competencia que mantienen entre ellos y que, por tanto, reclaman de quien con ellos se anuncia.

 

 

En este sentido, de los nueve encuentros que Andrés ha tenido con Diego Ventura, ha salido en hombros en seis ocasiones. Sólo no lo hizo en Valencia, Madrid y Bilbao. Y de los cuatro carteles en que ha coincidido con Hermoso de Ventura, el jinete de Huelva ha abierto la puertra grande en los cuatro. Datos estadísticos que responden a una realidad: Andrés Romero, con sus recursos y con su concepto, sabe y logra estar a la altura de los más grandes cuando con ellos torea. Una estela triunfal que necesariamente tiene que prolongar y ha prolongado a otros festejos menores en plazas de menor entidad, pero donde también se forja la trayectoria, el oficio y las expectativas de un rejoneador. Cabe aquí recordar las actuaciones cuajadas en Almendralejo, León, Zahinos (donde obtuvo los máximos trofeos en sus dos toros), Cortegana, Don Benito, La Palma del Condado, Guadalajara, Fuente del Maestre, Pozoblanco, Zafra y Palos de la Frontera. Tardes en las que quedó probado que Andrés Romero es sinónimo de diversión para los públicos.

 

Extremadura y Huelva, su tierra, son quienes más y mejor lo han comprobado. De hecho, Andrés Romero ha sido declarado mejor rejoneador de la temporada 2014 en las plazas extremeñas por la Federación Taurina de Extremadura. Un premio en virtud a las seis tardes que ha toreado en esa comunidad con un balance de cinco puertas grande abiertas y diecisiete orejas y cuatro rabos cortados. En la provincia de Huelva se ha anunciado en cuatro corridas de toros en las Colombinas de la capital, Cortegana, La Palma del Condado y la Pinzoniana de Palos de la Frontera con un balance final de once orejas y un rabo. 

 

LOS FESTIVALES

 

Cuatro festivales ha toreado el jinete de Escacena del Campo esta temporada: Paterna del Campo, Higuera de la Sierra, Almonte y Burgohondo. En tres de ellos, los tres primeros, salió a hombros y sólo Burgohondo se le resistió. Se volvió a torcer el uso del rejón de muerte y fue deslucido el juego del novillo de La Laguna. En los restantes, Romero se entretuvo en cortar ocho orejas y un rabo en total.

 

Son las cifras y la lectura detallada que conllevan de la que se dio en llamar la Temporada de la Ilusión. Y a tenor de éstas, justo parece reconocer que esa ilusión queda ampliamente cumplida. Porque cada tarde ha sido un reto más allá de la categoría de la plaza y del festejo. Por encima de todo, se ha impuesto siempre la máxima del triunfo como carta de presentación y seña de identidad de un rejoneador que se propuso en 2014 pedir sitio en esos lugares donde se juega la gran liga del toreo. Que quiso dar un paso al frente este año en su carrera, progresar, subir peldaños en la escalera de los sueños que le alimentan cada hora de trabajo callado, ya de madrugada, por la mañana, por la tarde o por la noche, en su picadero de Chucena o en su refugio de La Corchuela. Una vez en la cima de la temporada se imponía una mirada a ella. Una mirada que, según se desprende de lo aquí analizado, determina con claridad y satisfacción que, en efecto, 2014 ha sido para Andrés Romero el año de los retos cumplidos.

 

 

La Temporada de la Ilusión, tarde a tarde

 

 

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