Feliz también por la trascendencia del escenario, pero, sobre todo, exigente regreso de Andrés Romero a Campo Pequeno por el juego complicado del toro de Vinhas que le cupo en suerte. Un animal a la expectativa siempre, reservón y que acometía buscando cortar los viajes poniéndose por delante de las cabalgaduras. Signo de mansedumbre del toro que se defiende más que combatir. Requirió, pues, de un notable ejercicio de oficio y capacidad para anticiparse a la acción y hacer las suertes con solvencia. Así fue desde el recibo con Copito, con el que el onubense dejó dos farpas a fuerza de llegar a su oponente y, ya en la reunión, templar para que la suerte resultara en pureza.
Esa condición defensiva del toro de acrecentó en banderillas, donde fue clave el momento de Fuente Rey, crucial en la temporada de Romero tras reaparecer de la lesión que le tuvo varios meses inactivo. Pero Fuente Rey está soberbio y le confiere una gran seguridad al jinete de Escacena del Campo, que no se excusó en la condición de su enemigo para hacerle las cosas como si fuera bueno. Así lo hizo en tres banderillas al quiebro jugando con las querencias del animal para provocar su arrancada. Faena de enorme mérito de Andrés y reconocida por el foro lisboeta, que pidió una banderilla más. Una corta, en este caso, que clavó con Kabul, ya con el toro de Vinhas vencido en su aspereza, y muy lucida por el balanceo espectacular con que el torero de Huelva vistió la suerte. Ese reconocimiento del público se expresó al final unánime en la vuelta al ruedo de Andrés Romero, feliz siempre por reencontrarse con uno de esos escenarios que hacen grande el toreo.