Casi sin solución de continuidad, casi sin dormir también y, desde luego, sin descansar, se bajó Andrés Romero de su coche de cuadrillas a las puertas de la Plaza de Toros de Almonte y lo hizo con la mirada encendida por la rabia de lo vivido apenas la noche antes en Teruel, cuando, una buena actuación en conjunto que bien pudo valerle la puerta grande junto a sus compañeros de cartel, se quedó en bastante menos -en cuanto a resultado tangible- por mor del fallo con los aceros. Serio, introvertido, arreado, con ganas de que fuera la hora de su hora y de quedarse a solas con su novillo de Manuel Ángel Millares para sacarse el rosal de espinas que le arañaba el alma. Y lo fue haciendo a jirones como con prisas desde que se hizo presente el utrero en el ruedo y lo esperó con Hidalgo. Frío de salida y a su aire el astado, tuvo Andrés la paciencia de esperar que el animal reconociera dónde estaba y se calentara. Hubo de encimarle con Hidalgo para provocar esas primeras embestidas con cierta franqueza. Incluso valoró la posibilidad de un segundo rejón de castigo, pero desistió finalmente.

Y fue entonces cuando, encendido él, puso en liza a buena parte de su artillería para ir construyendo una faena a más, enfibrada siempre, pero creciente en solidez y brillantez conforme Romero se fue sacudiendo el recuerdo de la noche turolense. Y toreó por igual de frente que de costado con Fuente Rey. Y se quedó desafiante ante la cara del novillo con Caimán, una y otra vez, acortando las distancias, abordando terrenos cada vez más inciertos, pero con la certeza de que eran suyos. Y se metió a la gente en el bolsillo con Jerjesy sus levadas para llegar a la cara del burel. Y remató con el broche adecuado con las cortas a lomos de Kabul. Y, para terminar de desterrar de su interior el rescoldo aún vivo de Teruel, cobró un rejón entero tras un pinchazo previo que fue el corolario al mismo nivel de desnuda entrega que tuvo toda la faena. Almonte puso en sus manos los máximos trofeos para erigirle en el triunfador del festival donde el onubense siempre quiere estar como si fuera Sevilla o Madrid. Y donde hoy a buen seguro ha cargado las reservas del estímulo para seguir ganándole el pulso a una temporada de las que, otra vez, ponen a prueba.