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Espectacular acogida de Huelva a la presentación de la cuadra de Romero

A rebosar la Plaza de las Monjas de Huelva, le recibió con una cerrada ovación en el momento en el que Andrés Romero aparecía en ella. Era la primera demostración de cariño del público onubense para con su torero. Bueno, la segunda, porque la primera fue, justamente, eso: el lleno espectacular que presentó la Plaza para asistir a la presentación de la cuadra de caballos del jinete a las puertas de una nueva comparecencia en la Feria de Colombinas.

 

El ambiente era precioso. Emocionante. Una emoción que se notaba hasta en el rostro del propio jinete al verse ante tanta gente de su gente que había acudido a su llamada. Se trataba de promocionar Colombinas, de colmar de contenido taurino sus vísperas, de llenar las calles de Huelva de Tauromaquia, de tocar al público y dejar que el público toque el toreo. El toreo a caballo, en este caso. Como esos niños que alzaban sus manos para acariciar a Carbón o a Bavieca o a Odiel o a Kabul. Y como esos niños que invadieron la puesta en escena del acto, que obligaron a que el protagonista, Andrés Romero, tuviera que hacer su intervención a pie de calle y no en el escenario previsto. Ése, el escenario lo había tomado ellos, los niños de Huelva, y no había quien les bajara de él. Ni falta que hizo: aquello consistía justamente en eso…

 

Primero, fue hablando Andrés de cómo es su vida y de cómo son sus ilusiones, de cuánto cuenta en su día a día ese animal por el que vive y para el que vive, al que dedica más tiempo “que a mi familia”, el que colma su presente y su futuro, al lado del cual ha crecido, con el que habla y siente porque no puede ser de otra manera. Y nombró Romero por su nombre conforme fueron apareciendo a cada uno de los nueve caballos que ayer presentó y puso de largo en la Plaza de las Monjas. Conquistador, Carbón, Odiel, Kabul, Bavieca, Flamenco, Arquitecto, Sol y Cheke. Y habló de la personalidad de cada uno, de lo que hacen en la plaza, de lo que espera de cada uno de ellos, de cuánto les necesita. Y habló de los que no vinieron también, de sus estrellas. Y de los nuevos que vienen creciendo ya en La Corchuela. Diecisiete caballos tiene el onubense toreando ahora. Y más de sesenta en el campo, contando con los potros que apenas tienen ahora dos años.

 

Fue una delicia de encuentro. Cercano, sencillo, festivo, iluminador. Una ovación para cada caballo y otra, la más sonora de todas, para el torero, a quien faltaban palabras para dar tantas gracias. Mejor hacerlo el 7 de agosto, en La Merced, por Colombinas. Será el próximo encuentro de Andrés Romero con su gente, con su público, con su tierra. La gente, el público y la tierra que le arropó en multitud hasta convertir la Plaza de las Monjas en un escenario lleno de toreo, de toreo a caballo. 

 

 

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Fotos ALBERTO DOMÍNGUEZ

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